viernes, 16 de septiembre de 2011

Dónde viven los monstruos


15.35 hs

otitis aguda en casa


La película termina rara, con el niño protagonista con cara de: ahora entiendo. Entonces yo me seco las lágrimas y sin darme cuenta pongo la misma cara del pibe, y me quedo medio temblando, pensando en las carencias de mi vida y en que nunca me pregunté dónde vivían los monstruos.
Pienso que antes era más feliz porque tenía más tiempo libre, pero en ese tiempo libre no miraba tantas películas ni me preguntaba cosas así. De hecho no sé qué hacía.

Se me cierra el estómago por culpa de los bichos esos, porque no pueden ser tan lindos, y yo no sé cómo los hacen si con computadoras o con disfraces de peluche original, pero por pensar en eso tengo la cabeza a punto de explotar. Imagino que si mi cerebro realmente explotara quizá encontrarían otras cosas además de sangre, como una cortina, por ejemplo.

Me doy cuenta de que mirar películas no es como leer un libro, porque en las primeras las imágenes son estrictas y uno tiene la obligación de vivirlas como el director las transmite. Leer imágenes es diferente, las palabras son dóciles y uno puede modificarlas y construirlas como si fueran plastilinas.

Mi cabeza en la almohada.