lunes, 25 de agosto de 2008

Centímetros y lágrimas

En mi máximo espiral de egoísmo, me pinto con frustración en aerosol.
La vida me resulta escasa.
Es corta, como una barra de yapa. La vida es corta.
Si soy lo mejor de algo o en algo, si me disfrazo de Carmen Maura, o derrito sentimientos en un libro bello, si creo una publicidad gigante de conejos de colores o si invento el cubirrealismo. No me sirve. Me muero. No estoy.
Encuentro satisfactorios cientos de poemas pero sé que sus autores se fueron a jugar a una escondida de adultos.
Están muertos como mi abuela pronto, o como Orson Wells. Muertos como mi tortuga que dejé al sol sin darme cuenta, muertos como la punta de mis dedos en este momento helado.
No quiero convencerme de que peor sería nada. O que le dejo mi esencia a la humanidad. La humanidad son millones de nenes rubios o de chocolate que se miran y hacen algo, por nada. No me alcanza. La vida como un sol mediocre.
El egoísmo es malo, negro, egoísta. Y también corto.

sábado, 16 de agosto de 2008

Cuentito de colores

Luego de muchos años, en un pueblo muy bonito ubicado en las afueras del imperio yankee, existían hombres distintos.
Hombres vegetarianos que gozaban sin prejuicios, que escribían con la boca y besaban con los dedos.
Hombres sonrientes, felices y concientes de su felicidad.
Una de las mejores cosas que ellos tenían, eran las mujeres con las que se acostaban.
Estas sorprendentes muchachas, además de inteligentes y hermosas, eran magas. Practicaban la magia en la cama, en la cocina y hasta en el baño. Podían elegir la cantidad de orgasmos por acto sexual, e incluso manipular el momento de climax del hombre de acuerdo a sus necesidades.
En el pueblo, las mujeres normales se sentían rechazadas y muy inferiores. Una jovencita, llamada Monti, estaba muy empecinada con vivir la experiencia de estar con uno de estos hombres tan llamativos. Decidió solucionar su carencia de poderes mágicos ideando un plan: se maquilló, colocó su sinceridad en un taper de bananas que solía coleccionar y llenó de azúcar el relleno de su lencería roja para simular hacer caramelo sobre uno de estos señores en el momento del acto. El plan no era muy convincente porque se tenía que llegar a una temperatura bastante alta para que salga perfecto, pero nada detuvo a Monti.
Se presentó en la zona donde residían. Uno de ellos, Eugenio, la miró. Ella se sonrojó y luego intentó revelar una actitud más superada. Enseguida se hablaron y él la invitó a tomar té a su casa.
Luego de que Eugenio sirvió las dos tazas, se dio cuenta de que le faltaba azúcar, así que le dijo: Linda maga, ¿por qué no hacés aparecer una montañita de azúcar así nos endulzamos un poco? Monti se sintió muy nerviosa. Respondió: ¿por qué no me dejás endulzarte en la cama?
El hombre se sorprendió. Aceptó y la comió a besos sin cedrón. En un intento desprevenido le sacó el corpiño de un tirón y su cuerpo quedó mágicamente lleno de azúcar. Se rió, la miró, la besó. Sus dedos olían a Monti.
Minutos después, la jovencita inteligente se dirigió al baño. Hizo pis y cuando se estaba secando con papel descubrió algo extraño. Sonrió y volvió a su casa feliz.
A partir de ese día, Monti practicó millones de trucos diferentes para engañar a Eugenio y a cualquiera de sus amigos y nunca más volvió a estar con un hombre normal.

Este cuento me ayudó a entender que además de coger bien los hombres especiales acaban arcoiris.

Escuchar con los ojos

Hoy descubrí que la música se hace con los ojos.
Se mira.
Es celeste, marrón, verde, negra, a veces amarilla. Pero no excede de eso.

viernes, 15 de agosto de 2008

Jueves pasado


Me desperté confundida, como de costumbre. Mi compañera no estaba, así que decidí prepararle una sorpresa.
Coloqué el sillón violeta arriba de la cama. El televisor quedó dado vuelta, mirando una pared de colores distantes.
Plagué el piso con almohadones, unos más gorditos que otros.
Borré las paredes escritas, barnicé el balcón. Corté la línea de teléfono, desconecté la térmica, encendí sahumerios. Prendí el equipo de cuerdas y sintonicé las radios más tiernas.
Escondí el sol y me compré muchas estrellas que vestí con mis atuendos más bonitos.
En Egipto si robaban un imperio bastaba con mirar los ojos de un gato para saberlo, así que conseguí (prestado) un siamés pequeño y le pedí que registre con sus celestes agujeritos el preciado momento.
Cuando terminé, abracé las estrellas y me senté a esperar.

jueves, 14 de agosto de 2008

mundo aparte

Los canosos caminan por el mundo hecho para púberes.

miércoles, 13 de agosto de 2008

anécdota

un viaje sin mochila
ni cuerpo ni alma
un viaje de mente
con pasaje de ideas
y maleta de olvidos.

un viaje sin sed.
ni hambre.
un viaje barato
sin acompañante

un viaje de ida.

jueves, 7 de agosto de 2008

Combatir

Debatiendo
si un pucho mata
destruye o divierte
ahí
en ese lugar
donde hay aborígenes tímidos
que me hacen sonrojar.

En ese cuarto con rejas
de "carcel de puertas abiertas"
con chupetines curiosos
detergentes simpáticos
cigarrillos de aire
me encuentro con él.

Tiene arena en los bolsillos
es grande y sabe contar historias de sangre.
El señor tiene pelo blanco,
alma blanca, ojos y recuerdos también blancos

dice que está cansado de que lo traten mal.

Y ese fue el día en que me enteré
que los malos tratos se curan
con un tiro en la cabeza.

martes, 5 de agosto de 2008

deseo


Que a todos los hijos de puta se los declare patrimonio de la humanidad, y que se puedan realizar con ellos atroces experimentos para la evolución científica/artística mundial. Que el Lysoform deje de probarse en conejitos y se eche sobre el disciplinado bigotito de Videla.

pinocho bonito

Tu pito se despierta parado por la acumulación de mentiras líquidas que se produce en tu vejiga mientras dormís.