lunes, 15 de julio de 2013

Medio



Un niño sordo, un dulce tropezón en el viaje largo del lenguaje, camina junto a su hermana rubia, junto a su hermana bella de oídos limpios y honrados, se mueve hacia ella arrastrando sus pies vestidos, con dificultad le expresa alguna palabra, algún disfraz de significante o algún trozo de significado, la hermana no le responde, la hermana sana se hace la sorda, la madre del niño enfermo y la niña sana les pide a sus hijos que se apuren, les pide que atraviesen ese enorme pasillo color otorrino velozmente y decora la orden con un a ver si llegamos a casa antes de que salga la luna. Los hermanos apresuran su paso, no sé bien si ambos están obedeciendo a su madre o si la niña obedece y el niño sordo le copia a su hermana, lo que sí es seguro es que ninguno de los dos quiere llegar a su casa con la luna puesta, con la luna despierta, con el paisaje casi listo para acostarse y dormir y soñar cuando todavía no jugaron lo suficiente con los muñequitos verdes o no hicieron la tarea o se ignoraron un ratito más y luego se pelearon por quién usa primero la computadora. Estuvieron ocupados, muy ocupados en una clínica del centro y a veces así pasan los días y ellos no se preguntan por qué es tan difícil llegar a la casa antes de que se duerma el sol, con la mañana, la escuela y tantos doctores y parece que la niña entiende más que el niño o es al revés cuando se les ocurre cambiarle el nombre al tiempo y ponerle “espera”, entonces llegaste justo a espera y qué espera perdida y cuánta espera falta para tu cumpleaños.
Cuando yo salgo de la clínica allí está la luna con cara de policía y me incomoda un poco.

Choc

Lluvia, taxi, una avenida. Me encontraba escribiendo un mensaje a mi padre, mirá por la ventana, allí estoy yo, llegando. Y ahí nomás, todo gris. Como si te dijera que de golpe, un golpe. Mi cabeza golpeando contra un asiento gris, mis piernas raspadas, mucho silencio. Durante varios segundos, silencio. Y quietud. Estoy un poco cansada de tanta quietud, pienso. Un auto chocó al taxi y el taxi a otro auto y en este último auto había un matrimonio y la mujer era parecida a nuestra presidenta.
Nadie quería moverse, igualito a cuando no queremos despertar. ¿Cómo puede ser que hayan sido dos golpes si yo sólo sentí uno? ¿Cuánto dura un golpe?
Me dejó el auto hecho bolsa
Y al rato ¿Vos estás bien?
No sé.
Me bajo con gotitas de sangre en las rodillas.
El señor, la presidenta, el taxista y un hombrecito de traje también se bajan.
Piensan y hablan de autos.
El taxista estaba mal, afirma la presidenta, con toda la seguridad con la que una presidenta puede emitir un juicio.
Empiezo a andar. Me escapo. Nadie me ve. Al punto en que podría estar muerta, podría estar escribiedo esto desde el interior de taxi, ahí adentro donde quedó abandonado el paraguas escocés de mi abuela.
Me pregunto cuántos golpes grises podemos recibir en un año.

Buen día

Una ventana en mi café con leche me enseña un perro de los que me gustan, esos gordos y peludos y torpes, que de tan tontos felices, corre de aquí para allá, regresa de allá para aquí, se tambalea en su torpeza, juega con sus limitaciones, es tan bello tan bonito, el sol le da en los ojos, en el lomo, en su trasero de mascota viva, tiene luz en sus pelos, corre con todas sus fuerzas para que la oscuridad no lo atrape, para que el miedo no se le arrime. El cementerio quietito detrás, con su silencio. Todo es sepia. La muerte todavía no ha despertado.

Sobre monstruos que dan miedo


En este mundo tan formal
los monstruos no son malos porque tienen maldad
son malos porque crecen
aquello que crece ocupa espacio
le quita el espacio a otros que se ven obligados a abandonar sus espacios
es todo una cuestión espacial
los bondadosos son acondroplásicos
y lo peor de todo es que siempre que hay un primer monstruo
corremos el riesgo de que haya crías de monstruo creciendo en lugares ocultos.
Los bebés monstruos son los peores
porque no tienen conciencia de nada
son niños
devoran sin culpa
son ingenuos
no piensan si van a engordar
o qué van a hacer cuando se acabe la comida
ellos comen
ellos comen y se manchan y crecen
los estúpidos son sus padres
y por tontos, malvados
son tan estúpidos como las avejas
saben que mueren y matan.