jueves, 15 de julio de 2010

Velos

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Ella estaba bellísima. La muerte la había maquillado con los colores más tiernos y de alguna extraña manera, su ropa de luto resultaba sugestiva.
Sus cabellos ceniza, desprolijos y bien largos, acariciaban su rostro agotado con amor y secuestraban algunas lágrimas para seguir brillando un poco más.
La gente no se daba cuenta de que esta mujercita de repente sin padre estaba resistiendo con una hermosura abismal. La abrazaban con esa garantía satisfactoria, esos brazos de dudas o acostumbramientos, sin registrar siquiera su perfume, un perfume que sólo se enciende en momentos de lucidez espiritual.
El padre debía haber sido muy querido, o al menos muy conocido. La muerte tan violenta se llevaba todos los pensamientos con excepción del mío, que se quedaba con la vida, con la belleza viva de la tristeza que no moriría nunca, con la lágrima roja y negra y verde y amarilla.
Quería que mi conexión con ella no sea un simple abrazo. Quería mirarla y robarle un poco de ese protagonismo tan celestial. Le examiné los ojos -más puros que nunca- y le dije que el frío intensificaba la tristeza pero también la belleza.
Cerró su mirada hinchada, intentando embotellar sus lágrimas en sus pupilas, queriendo guardarse todo para ella.
Me volví a casa con otra imagen de la muerte. La imagen de los que permanecen vivos y radiantes.

jueves, 8 de julio de 2010

Sueño: Guitarra

Jueves 8/7: siesta.

Llega el día del examen, luego de enterarme de que el concubino de mi tía es un actor cuyo nombre he olvidado, uno de rulos un poco narigón, creo que cómico, a quien alguna vez observé en un espectáculo de Fuerza Bruta.
En la facultad hay mucha gente rindiendo y descubro pronto que hay probabilidades de que el examen de filosofía sea escrito. Por algún extraño motivo llevo conmigo una guitarra.
Me siento en un banco al lado de “Caro”, una compañera. Mi guitarra se sienta en el otro banco. Advierto que está Celeste y cuando la quiero saludar golpeo el instrumento, que queda sonando muy fuerte.
Una profesora pregunta qué es ese ruido y pide que por favor lo calle.
- Una cuerda que no deja de sonar, voy a intentar ajustarla.
Así es como intento ajustar la tercera cuerda de un instrumento color madera clara, hasta que aparece mi uña que se halla demasiado larga, me preocupa no haberme dado cuenta antes. El sonido se hace aún peor y adelante se escucha la voz de Motta, otro compañero, que dice:
- Es que hoy es el cumpleaños de Jimmy Hendrix.
Me río pensando que es un chiste pero no, el espíritu de Jimmy está en mi guitarra. Como si fuera algo no tan extraño comprendo que es posible y me asusto. Me voy, con la guitarra, no la abandono. Celeste viene conmigo y le pregunto si puede dormir en casa esta noche, el miedo me secuestra las palpitaciones.
Cele acepta, qué loco es prepararle la cama, no vive conmigo. ¿Dónde vive?
La guitarra reposa en el suelo y yo me duermo unos minutos hasta que escucho la cuerda sonar más fuerte, me espanto, abro los ojos, Cele ya no está. Despierto en serio, mi amiga tampoco está.

sábado, 3 de julio de 2010

El no almuerzo

La mesa y las sillas con sus debidas responsabilidades, las personas, en pleno goce de sus facultades y derechos, haciendo uso del mediodía como se debe, en una mesa, con carne y la bebidacentrodemesa Coca Cola.
Se aproxima la verdad cuando se traga el cadáver, mientras resisten en la cocina las náuseas animadas. Es una figurita repetida de la clase media, de la clase del medio de otras dos clases de nosequés, que se junta con otros miembros de la misma clase a acompañar a alguien que ya no está.
Hasta entonces, nunca había dudado de la fortaleza de una sonrisa, pero descubro que es tan frágil como un puñado de vacas que ríe en un campo, con esa ingenuidad propia de los entes destinados a sucumbir.
- Qué feo se volvió todo, qué desabridos que estamos…yo no esperaba, no pensé que iba a ser así-
Y enciende el quinto cigarrillo, con la intensidad que tuviera alguien que prende fuego una mesa de madera.