viernes, 15 de agosto de 2008

Jueves pasado


Me desperté confundida, como de costumbre. Mi compañera no estaba, así que decidí prepararle una sorpresa.
Coloqué el sillón violeta arriba de la cama. El televisor quedó dado vuelta, mirando una pared de colores distantes.
Plagué el piso con almohadones, unos más gorditos que otros.
Borré las paredes escritas, barnicé el balcón. Corté la línea de teléfono, desconecté la térmica, encendí sahumerios. Prendí el equipo de cuerdas y sintonicé las radios más tiernas.
Escondí el sol y me compré muchas estrellas que vestí con mis atuendos más bonitos.
En Egipto si robaban un imperio bastaba con mirar los ojos de un gato para saberlo, así que conseguí (prestado) un siamés pequeño y le pedí que registre con sus celestes agujeritos el preciado momento.
Cuando terminé, abracé las estrellas y me senté a esperar.

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