Desde que mi cama se hizo adulta me cuesta dormir sola, y cuando estoy
sola, me pongo a pensar en que quizás el otro lado se está volviendo
triste de tan poco tacto o contacto, y entonces estiro una pierna como
queriendo darle calor. Y a veces también un brazo, hasta que se me
acalambra. Pero en realidad ese no es mi lugar, ni el lugar de mis
extremidades. Y me pongo a imaginar cómo se oscurece de frío, cómo se
vuelve invisible y me dan unas ganas terribles de alejarme. Y lo abandono
nomás, sintiéndome un poco culpable. Así es como la gente que tiene una
cama de dos plazas siempre duerme de un mismo lado.
Pero yo
estuve pensando y me parece que es mejor tirarme en el medio de una,
medir las distancias antes de acostarme e intentar ubicarme lejos de las
esquinas. No sé, es algo en lo que pienso todos los días.
Cuando
estoy en tus brazos, no quiero que ese momento se termine. Porque te
convertís, de repente, en un pequeño cronotopo. Y ya no importa quién
sos, o quiénes somos, importa eso que sucede que es tan fuerte, tan
fuerte, que me hace necesitarlo cuando estamos mi cama y yo solas, y me
veo obligada a seleccionar un sector.
Pero si de verdad pudieras
imaginar lo que es para mí que me abraces desde atrás mientras nos
preparamos para soñar con cosas que nos gustan, y eso que siento cuando
tus pies se entrelazan con los míos , ¡ah! y que los dejemos jugar a
abrazarse como niños que se envuelven una y otra vez en la inocencia,
hasta que perdamos la conciencia, hasta que eso.
Me parece que esto es amor, o algo así de grande y luminoso.
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