Prefiero que se queden con mi espalda, que me dejen los ojos, que se alejen de mi pecho, que allí siento, que aquí observo, que los brazos están de más; si puedo sentir con la boca y cubrirme con los dientes, mirá, hasta les regalo mis pies, que para andar tengo la mente y las alas, que no las pueden ver, son para ellos estáticamente invisibles.
Guardaditos en el cajón, el ataúd navideño a donde se arrojan leñas tristes en ninguna ciudad de la zona, abandónenlos ahí, prometo no ir a buscarlos, doy mi palabra: me conservaré inmóvil, sin pensar siquiera en mi condición de ser sujeta a la extravagancia.
Soy ajena al dolor, a la forma, a lo concreto del hurto, quiero que sea ahora, debo leer en paz, reconciliarme con mis restos, mis átomos náufragos.
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